Serie Mundial

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Humor
Dos amigos, tan amigo que cuando tuvieron oportunidad se hicieron compadres, compartían un amor desmedido por el Béisbol. Sabían nombres y número de jugador de cada equipo. Desde hacía más de cuarenta y cinco años se inscribieron en revistas y clubes de béisbol. Sabían de las estadísticas desde las grandes ligas hasta las de aficionados. Conocían la historia, proezas y defectos de cada jugador destacado.

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No le temían a la muerte, solo temían que en el más allá no hubiese Béisbol. Por ello, hacía treinta y cinco años años habían sellado con sangre un juramento –todavía no teníamos idea del VIH-: cuando uno de ellos muriera regresaría al más acá para decirle al otro si en el más para allá se jugaba o no el rey de los deportes. Pasaron los años y uno de ellos fumó de una cajetilla de cigarrillos Faros, que son re buenos y nada caros. Días después de las honras fúnebres –en su ataúd incluyeron gorra de los Yanquis, de los dodgers, de los indios, de los diablos rojos del México, pelotas, guantes, manoplas, suvenires, etc.- el compadre de este mundo estaba dormido. De pronto escuchó una voz que le llamaba “compadre, compadre, compadre”. Se despertó y vio el espectro de su amigo, qué digo amigo, hermano; qué digo hermano, padre. “¿Qué pasó? Compadrito. Una voz tenebrosa le respondió “¿Recuerda nuestro juramento?” “¡Claro que sí!”. Pues le tengo dos noticias, una buena y una mala” “Diga primero la buena, por favor”. “La buena es que en el cielo sí hay Béisbol. El estadio más pequeño alberga 200 mil almas, literalmente hablando. En la serie celestial juegan los mejores beisbolistas de todos los tiempos: 1. Barry Bonds, Ted Williams, Hank Aaron, Joe DiMaggio, Yogi Berra y no pare de contar. Dios mismo va a los juegos. En el estadio se acomodan más de un millón de afortunados espíritus. El Creador apuesta por un equipo y a veces gana y a veces pierde. ¡Es una maravilla estar muerto!” “Muchas gracias, compadrito, ahora dígame la mala noticia” “Mañana picha usted, compadre”

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